miércoles, 27 de enero de 2010

Tailandia Islas del mar de Andamán

Tailandia

Islas del mar de Andamán

Cuatro acuarelas marinas del mar de Andamán meridional, a 800 kilómetros de Bangkok: Ko Lanta, Hai, Kradan y Muk. En estas islas habita la felicidad, opina el autor Johannes Strempel. Y explica por qué.

Lo que me describieron como la puerta al paraíso, desde nuestro barco parece la entrada al inframundo. Es un angosto agujero al pie de un acantilado vertical, bañado por las olas, y detrás, las tinieblas más absolutas. En un letrero de madera colocado en las rocas se lee "Tham Morakot": cueva de las esmeraldas. Detrás, según me prometieron, se encuentra una de las playas más bellas del mar de Andamán. Pero me pregunto: ¿cómo llegaré a esta playa?

El hombre del timón sólo habla unas pocas palabras de inglés y sonríe con perseverancia. Mientras señalo el agujero en la roca, él apaga el motor de nuestro barco longtail y saca del agua la vara con la hélice, que todavía gira lentamente. Agacha la cabeza y hace gestos pantomímicos con ambas manos. Después, con una sonrisa, me entrega una lámpara que me fijo en la frente al estilo de los mineros. Tocará nadar pues. Me zambullo en las calientes aguas y nado hacia la costa. Ante la entrada de la cueva ancla un yate blanco, columpiándose al ritmo de las olas, sin nadie a bordo. El fuerte oleaje me arrastra directamente al agujero de la roca, metiéndome en una profunda oscuridad. La luz de mi lámpara palpa el techo de la cueva, que es bastante baja. Mis pies no alcanzan el fondo, toca seguir nadando. 50 metros, 70, hasta 80. Todavía reina una oscuridad absoluta. Ahora el túnel describe un recodo, después del cual vislumbro una tenue luz y finalmente, relucientes rayos de sol. Al salir del túnel, me encuentro en una laguna con aguas color esmeralda y un arenal curvo, como en un cráter rodeado por altas rocas.

Palmeras y gigantescos helechos arrojan sus sombras en la suave luz. He aquí, pues, el escondite de piratas del que me habían hablado con tanto entusiasmo. El pedazo del paraíso que, según me decían, no me lo podía perder, como si fuera una figura en la película "The Beach", aquel drama de viajeros con Leonardo DiCaprio que hace ocho años atrajo a la gente primero a los cines y después, al sur de Tailandia.

Detrás de "The Beach", la novela, la película, y finalmente el mito y la moda, se ocultó una diminuta y grotesca tragicomedia real: realmente había una maravillosa y recóndita playa en Ko Phi Phi. Pero después de ser invadido por el rodaje de la película y, más adelante, por una multitud de buscadores del paraíso, la playa de ensueño quedó arruinada. Hasta que el tsunami de finales de 2004 causó tanto temor que hasta el día de hoy apenas nadie visita aquella franja de costa. Sólo poco a poco los amantes de las playas van volviendo. Pero este lugar se encuentra a salvo del turismo de masas y el comercio que conlleva. Porque a la cueva de las esmeraldas de Ko Muk sólo existe un acceso desde el mar: aquel tubo rocoso por el que me tocó nadar también a mí. Ningún vendedor de recuerdos y ningún propietario de chiringuitos podrá conquistar esta playa.

Las mareas deciden cuánto tiempo uno puede permanecer: con marea alta o mar gruesa, es imposible pasar por el túnel. Cuando me tumbo en la fina arena, además de mí sólo está la gente del yate blanco. Algunos se están bañando, otros se están bronceando en la arena, y sus voces rebotan de las rocas, como un eco de la felicidad.

Ko Hai: la playa

¿Que si lleva hora? Ray parece asombrado durante un instante, como si no hubiera entendido la pregunta. Después sonríe y mira al suelo.

-Son las diez –responde, y señala la larga sombra que él mismo arroja sobre la blanca arena.

Sus robustos dedos dibujan líneas en el aire caliente:

-Aquí es donde la sombra estaría a las once y allí, a las doce.

geo

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